Cuando el 27 de marzo de 1796 el joven general Bonaparte asumió el mando de L’Armée d’Italie de manos de su hasta entonces comandante en jefe Schérer, recibió una impresión ciertamente desoladora: su ejército, disperso entre Niza y Savona, era un desmoralizado y maltrecho contingente que había reducido drásticamente sus efectivos debido a la hambruna, la enfermedad, la muerte, y la falta de reemplazo, y en el que los problemas de deserción e indisciplina eran frecuentes.
Sumario:
0:07:55 El rincón de Episcophagus
0:18:41 Cositas de Historia
0:37:41 1º bloque de tertulia
1:40:07 El cañón de Ramón
1:44:55 2º bloque de tertulia
2:37:58 A renglón Seguido
2:44:40 3ºbloque de tertulia